Gobernanza local, pueblos indígenas e industrias extractivas en América Latina

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Cuando hablamos de extractivismo en América Latina y específicamente en  nuestro país, saltan a la vista las diversas posturas  en cuanto a la percepción del desarrollo, ¿qué es el desarrollo? ¿Qué hay más allá del desarrollo? ¿Por qué se piensa que está ligado necesariamente al crecimiento económico? Y ¿cuánto se sacrifica para conseguir cifras económicas favorables?

A través de los años se evidencian la postura parcializadas de los gobernantes de turno que se traducen en políticas de gobierno empeñadas en mantener un modelo económico basado en una dependencia directa de la extracción de recursos naturales y la vulnerabilidad que implica depender únicamente de la demanda externa. Alberto Costa, menciona que las consecuencias del extractivismo comenzaron en la conquista y continúan de forma perversa pues continúa siendo sinónimo de saqueo, destrucción, pérdida de identidad, subdesarrollo, dependencia y miseria. Asimismo, plantea que es necesario desmercantilizar la naturaleza pues ni los gobiernos progresistas ni los gobiernos neoliberales cuestiona el extractivismo y paradójicamente plantean como solución al extractivismo, más extractivismo. Del mismo modo,  Humberto Campodónico habla de la “maldición de los recursos naturales” que consiste en que aquellos países que los explotan tienen más beneficios que aquellos que los poseen, una realidad que se ve reflejada en la época perdida del boom extractivista pues no hubo grandes cambios en las políticas públicas, ni mejoras en las zonas aledañas a los proyectos.

Asimismo, Eduardo Gudynas, menciona que el extractivismo influye a varios sectores produciendo derrames más allá del impacto local, en el ámbito ambiental, territorial, cultural, social económico, derechos humanos, justicia, estado, democracia etc. Poniendo como ejemplo la flexibilización que debilita las normativas ambientales  y la “extrahección” que significa arrancar con violencia, entendida como la violación de los derechos humanos y de la naturaleza con el propósito de crear condiciones necesarias para llevar a cabo proyectos extractivos.

Por otro lado, Epifanio Baca, habla del fin del boom extractivo y su impacto económico en el Perú desde la desaceleración económica en el año 2012 por la caída de las exportaciones mineras. En efecto, el año pasado, cayeron en 10,6% y este año se estima que las inversiones mineras disminuyan cerca del 14% y la renta captada actualmente por el estado es la misma  antes del boom  minero. Del mismo modo, Carlos Monge señala que los países especializados en la minería son los que más han crecido por el boom pero esta realidad no puede mantenerse en el tiempo. Asimismo, indica que no existe relación directa entre la actividad extractiva y el mayor crecimiento o el bienestar en territorios con recursos no renovables y aquellos que no los tienen. Uno de los problemas sobre la gobernanza del sector extractivo  es que se quiere mantener el modelo de los 90’s en donde el gobierno central y el MINEM  eran los únicos que decidían y el conflicto ocurre cuando estos se niegan a aceptar los nuevos actores, como el MINAM, MINCU, OEA, SENASE, los gobiernos regionales y locales, siendo necesaria la implementación de reformas institucionales.

Finalmente, Mark Hufty, analiza la extracción del litio mediante la perspectiva de una economía verde como alternativa a la utilización del petróleo. Haciendo énfasis en que el extractivismo ideal respeta el medio ambiente, considera la justicia social e internaliza el costo – beneficio, integrando dentro del costo de los minerales el costo ambiental y humano.