La cumbre del clima (Cop26) promete golosinas y deja poca comida sobre la mesa de negociación

Lo que dicen los medios y lo que responden los activistas

¡No más deforestación, de aquí al año 2030 y, reducción drástica de la emisión de metano, gas con efectos aceleradores del calentamiento global! Los titulares de los medios masivos de comunicación suenan relucientes al anunciar supuestos avances en los compromisos para limitar el calentamiento global a 1.5 ° C en relación a la era preindustrial. Así lo expresan los encabezados en el marco de la Cumbre del Clima COP26, la que reúne a líderes mundiales entre el 30 de octubre y el 12 de noviembre en Glasgow, Escocia. Desde el punto de vista diplomático, es decir en cuanto a acuerdos vinculantes y controlables, apenas hubo algunos relevantes en materia de la lucha contra la crisis climática.

Los activistas climáticos, a su cabeza la joven estudiante Greta Thunberg, hacen una lectura bien distinta: “No es un secreto que la COP26 es un fracaso. Debería ser obvio que no podemos resolver la crisis con los mismos métodos que nos metieron en ella, en primer lugar”, dijo la activista el sábado pasado, luego de una marcha organizada por la organización: "Viernes por el Futuro" en esa ciudad del Reino Unido. Frente a varias decenas de miles de manifestantes, la Thunberg acusó en los siguientes términos: “La COP se ha convertido en un evento de relaciones públicas, en el que los líderes pronuncian discursos bonitos, y anuncian compromisos y objetivos extravagantes, mientras que, detrás de las cortinas los gobiernos de los países del Norte Global, siguen negándose a tomar alguna medida drástica sobre el clima”.

Una apreciación similar hacen observadores presentes en la reunión, para quienes existe el riesgo de que se pierda de vista cuán efectiva, o no, está siendo esta reunión para resolver los temas que están en la agenda de los negociadores. Así lo expresó Mohamed Adow, director del think tank sobre energía y clima Power Shift África: “La COP26 corre el riesgo de ahogar a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en un bombardeo de anuncios. Estos pueden generar titulares, pero evaluar su verdadera incidencia es enormemente difícil, especialmente en la velocidad de una reunión de la COP. Son un caramelo para la vista, pero el incremento de azúcar que proporcionan, son calorías vacías”.

Promesas de fácil digestión

Poco más de 100 países, encabezados por EEUU y la Unión Europea, firmaron una alianza para reducir las emisiones de metano un 30% de cara al 2030. Este gas es el causante del 25% del calentamiento del planeta y habitualmente permanece fuera del alcance del multilateralismo de las cumbres. La limitación acordada podría significar reducir el calentamiento global de aquí al 2050 en 0,2° C. Sin embargo, se trata de un convenio no vinculante que depende de la buena voluntad de los países. Los colectivos ecologistas señalaron además de inmediato que el pacto deja fuera a uno de los mayores responsables: la ganadería industrial, responsable del 40% de las emisiones de metano a escala global.

En otras conversaciones, un grupo de cien países –que representan el 85% del área boscosa del planeta –  entre los que se encuentra Brasil - se comprometía el martes de la semana pasada a suprimir la tala de árboles en todas las áreas protegidas en 2030, algo que ha sido interpretado de manera negativa por los colectivos ecologistas presentes en Glasgow, entre ellos Greenpeace.  La pregunta que genera este anuncio es: ¿qué va a ocurrir en estos diez años?

La Amazonía bajo la sombra de Bolsonaro

No faltan razones para que incluso alguien como Bolsonaro se sienta cómodo como para firmar este nuevo acuerdo, subrayó Greenpeace. Le permite otra década de destrucción del pulmón del planeta. Carolina Pasquali, directora ejecutiva de su rama brasileña señaló que el documento no es vinculante, es decir, su aplicación no es obligatoria.

Y así se explica que este acuerdo reemplace la Declaración de Nueva York sobre Bosques de 2014, documento que Brasil, en aquel entonces, no suscribió. La declaración de 2014 incluyó el compromiso de los gobiernos de reducir a la mitad la tala de bosques hasta 2020 y lograr cero deforestación como máximo en 2030.

Sin embargo, en los últimos siete años la tasa de pérdida de bosques naturales aumentó exponencialmente, en vez de retroceder. Sólo en 2020 se incrementaron un 9,5% las emisiones de gases de efecto invernadero en Brasil como consecuencia, justamente, de la destrucción de la Amazonía, resultado de decisiones deliberadas de la administración Bolsonaro.

La organización ambientalista advierte en su evaluación de la gestión de la administración brasileña, que entrevé pocas posibilidades de respeto a este acuerdo suscrito en Glasgow. Y recordó que, en la actualidad, Bolsonaro está tratando de impulsar un paquete legislativo que incluso aceleraría más el talado de bosques.

Otro aspecto esencial que cuestiona Greenpeace es la carencia de una propuesta para reducir la demanda de carne y lácteos industriales. Este sector tiene un gran impacto en las emisiones de gases de efecto invernadero ya que acelera la destrucción del ecosistema y amplias reservas forestales.

La voz de los afectados

A propósito de la deforestación. ¿Qué dicen quienes han sido los más afectados por procesos de destrucción y despojo de sus hábitats y, a la vez, son quienes más aportan a la conservación de la casa común?

En forma previa al inicio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26), líderes y lideresas indígenas ya habían advertido que los pueblos no tienen ocho, nueve o diez años porque la Amazonía ha llegado a un  punto sin retorno. Parte de ellos, organizados en la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, alertan que  los marcos vigentes para mitigar el cambio climático han sido insuficientes para frenar la destrucción del bosque tropical más extenso del planeta.

La investigación realizada por la coalición de la Iniciativa “Amazonía por la vida: protejamos 80% al 2025” liderada por la COICA, establece que el 72%  de la Amazonía aún contiene sitios con una funcionalidad y representatividad ecológica muy altas. Estas áreas albergan 203 millones de hectáreas de bosques primarios.  Es necesaria la protección inmediata de estas áreas a la vez que, es imprescindible restaurar al menos el 8% de la Amazonía para crear conectividad en el 72% antes mencionado. El Coordinador de la COICA, José Gregorio Díaz Mirabal, planteó que en esta COP 26 “las soluciones tomen en cuenta a los pueblos indígenas, porque somos quienes hemos conservado los territorios.  Sin los pueblos indígenas no se lograrán los Acuerdos de París ni los Objetivos del Desarrollo. No es posible que se decida sin consultar a quienes hemos sido vulnerados por la destrucción de estos territorios. Los líderes reunidos en esta COP alertan sobre la imposibilidad de alcanzar un éxito si dejen afuera a los pueblos indígenas. Sería inaceptable, además de un fracaso para la humanidad”.

Una visión compartida por Henry Córdova, Coordinador Nacional del Movimiento Ciudadano frente al Cambio Climático -MOCICC quien en el portal Infobae planteó que en función de cumplir con sus responsabilidades de mitigar la crisis climática el Perú se debe sumar a la meta de cero deforestaciones al 2030 y recuperar los bosques de la Amazonia, respetando los territorios y protegiendo a los defensores ambientales que luchan por proteger los bosques y la biodiversidad. Además emplazó a los gobernantes a una reorientación de la política agraria en el país, desde un enfoque del cambio climático, con énfasis en la seguridad alimentaria antes que la depredación del suelo y de los bosques. El presidente Pedro Castillo de momento ha ofrecido el compromiso del Estado de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40% para el 2030. También ha anunciado que va a declarar la emergencia climática. “El Perú cuenta con 72 millones de hectáreas de bosques naturales, en el 56% de nuestro territorio se encuentran los pueblos indígenas que conviven con una flora y fauna megadiverso, de la que viven y de la que lo protegen ellos mismos. Por ello, el Perú apoya la ‘Declaración de Glasgow sobre los Bosques y el Uso de la Tierra’”, indicó el mandatario en un clip publicado en las redes sociales de Presidencia del Perú. Sin embargo, a la fecha no hay planes, ni compromisos claros para llegar a esa meta. Tampoco se han asignado los presupuestos necesarios.

Para Dinamán Tuxa, coordinador ejecutivo de la Articulación de Pueblos Indígenas del Brasil, son los pueblos originarios quienes mayores amenazas y retrocesos han sufrido en los últimos años en cuanto al ejercicio de derechos reconocidos. Para dimensionar la presión que existe en la Amazonía del Brasil, señala un dato económico. Entre 2017 y 2020 capitales norteamericanos invirtieron más de 18 mi millones de dólares en proyectos ligados a la minería, agronegocios y generación de energía. Inversiones ligadas a las causas de la destrucción del medio ambiente y del cambio climático, y de los principales responsables: las emisiones de los combustibles fósiles, el consumo excesivo y la explotación de recursos liderada por el Norte Global y sus grandes empresas.

A pesar de que el panorama no pinta para bien, la lucha de los pueblos indígenas nos podrían servir de inspiración,. Pues como dice Dinamán Tuxa: son ellos a su vez quienes han dado las batallas decisivas a través de sus prácticas tradicionales y saberes ancestrales para hacer frente a grandes proyectos públicos y privados que intentan apoderarse de sus territorios y de esa manera han logrado conservar una parte importante de los bosques y defender el equilibrio de la naturaleza y la vida del planeta.

Los principios de las negociaciones cuestionadas

Queda tal vez la pregunta más urgente: ¿cómo descarbonizar, es decir suprimir la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera generado por el metabolismo industrial, de producción de bienes, el transporte y la agroindustria?

En cuanto a la situación actual, los datos de diferentes fuentes demuestran que los grandes contaminantes han incrementado su huella de carbono en el último año. Ni la pandemia ni el gran paro económico han conseguido impulsar ese giro verde y radical que demanda la ciencia. El G20, los países más industrializados y emergentes, han aumentado sus niveles de emisión de CO2 en un 4% en 2021, recuperando los niveles previos a la pandemia. Estos países son, según el índice de Climate Transparency, responsables del 75% de las emisiones globales. Si se cumplieran los actuales compromisos vigentes, asumidos en el acuerdo de Paris en 2015, significarían un incremento en las temperaturas promedio de aquí a 2100 en 2,7°C, un panorama demoledor si se tiene en cuenta que el objetivo marcado por la ciencia es mantener la subida del mercurio global por debajo del grado y medio.

La hoja de ruta diseñada para avanzar más allá de un escenario de catástrofe para la amplia mayoría de la humanidad, se articula en torno a un mercado de carbono que permita transacciones de derechos de emisión entre países. Es decir, un país que ha emitido más CO2 de lo permitido pueda pagar a otro para que recorte una cantidad de gases de efecto invernadero equivalente. El debate en torno a la formulación y compromisos del artículo sexto en esta Convención Marco conforma justamente la discusión más álgida, ya que son numerosas las delegaciones, pueblos, organizaciones ambientalistas que se oponen a este mecanismo que ya ha recibido diferentes nombres para camuflar un mismo principio: un país que excede sus emisiones paga a otro que no lo hace para equilibrar la balanza global de gases de efecto invernadero.

En esta ocasión el Grupo de Trabajo sobre los Mercados Voluntarios de Carbono, auspiciado por compañías de combustibles fósiles como Shell y BP, busca expandir la compensación a la emisión de carbono con su agenda denominada "net zero (emissions)" en castellano “huella de carbono cero”. Sus promotores, los países industrializados, encabezados por EE.UU, han declarado que de aquí al año 2050 no habrá más emisiones de las que puedan ser absorbidas por los ecosistemas. Para dar un ejemplo, si una industria X en Alemania emite una tonelada de CO2, esa misma tonelada deber ser absorbida por un bosque del Perú  El mismo enfoque tienen las denominadas “Soluciones Basadas en la Naturaleza” (SbN).  Estas “soluciones” ponen precio a la “naturaleza”, ya que la conciben como un capital o activo de mercado que permite a las grandes corporaciones seguir contaminando a cambio de “compensar” sus emisiones de carbono, por ejemplo, plantando algunos árboles o “preservando” bosque existente.

Para Dinamán Tuxa, coordinador ejecutivo de la Articulación de Pueblos Indígenas del Brasil son los pueblos originarios quienes mayores amenazas y retrocesos han sufrido en los últimos años en cuanto al ejercicio de derechos reconocidos. Son ellos a su vez quienes han dado las batallas decisivas a través de sus prácticas tradicionales y saberes ancestrales para conservar los bosques y defender el equilibrio de la naturaleza y de la vida del planeta para hacer frente a grandes proyectos públicos y privados que intentan apoderarse de sus territorios. Para dimensionar la presión que existe en la Amazonía del Brasil, señala un dato económico. Entre 2017 y 2020 capitales norteamericanos invirtieron más de 18 mi millones de dólares en proyectos ligados a la minería, agronegocios y generación de energía. Inversiones ligadas a las causas de la destrucción del medio ambiente y del cambio climático, y de los principales responsables: las emisiones de los combustibles fósiles, el consumo excesivo y la explotación de recursos liderada por el Norte Global y sus grandes empresas.

En un mismo bote con cabinas de lujo y otras con el agua hasta el cuello

Y si se usara la analogía de que como humanidad estamos condenados a un mismo bote que nos mantiene a flote, hay algunos que en el top de de los niveles comandan el rumbo de la embarcación en tanto bailan y festinan con los banquetes producidos en los niveles más bajos, que son también quienes empujan con sus brazos la nave. Una imagen exagerada dirán algunos. Pero la crisis climática va estrechamente ligada a la desigualdad económica y social. Tanto es así que el 1% de la población más rica del planeta está emitiendo treinta veces más que la capacidad que tiene el planeta para mantener un clima habitable para toda la humanidad. Eso dice el resultado de un estudio Oxfam Intermón publicado esta semana. Ese fracción de la humanidad, que, como ejemplo extremo paga fortunas inimaginables para gozar durante algunos minutos de un viaje espacial, generó ya en 2015 el doble de emisiones de carbono que la mitad de la población más empobrecida del mundo. O para hacerlo más gráfico: en esos doce minutos que duró su capricho estelar, Jeff Bezos, dueño de la compañía Amazon, emitió tantos gases de efecto invernadero como aquellos que genera un habitante promedio del África Subsahariana en todo su vida.

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