“El que los pequeños productores agrarios no reciban el apoyo necesario es principalmente un asunto de poder”

Fernando Eguren, sociólogo y presidente del Centro Peruano de Estudios Sociales (Cepes), explica en esta entrevista los problemas, desafíos y nuevas dinámicas del mundo rural. La pobreza, la reducida garantía sobre los recursos naturales de numerosas personas que habitan en el medio rural, las nuevas dinámicas entre sus habitantes, la falta de apoyo a la pequeña agricultura –que representa la mayor fuente de empleo del mundo rural– y el contraste entre gran y pequeña agricultura constituyen nuevos elementos para tomar en cuenta.

¿Cuáles son las tres principales transformaciones que se han generado en el espacio rural peruano en los últimos 15 años?

El surgimiento de un sector agroexportador, muy moderno en términos tecnológicos y de gestión. Asociado a lo anterior, un rápido proceso de concentración de la propiedad de la tierra en la costa, principalmente en áreas ganadas al desierto gracias a la inversión pública en irrigaciones; y, finalmente, la continuación del proceso de atomización de la propiedad de la tierra: hay medio millón de unidades agropecuarias más entre 1994 y 2012. Estos procesos han reproducido una agricultura bipolar, por un lado con latifundios, y por otro lado con pequeña propiedad y minifundio.

¿Considera que seguimos con la mirada del 'perro del hortelano' impresa por Alan García? Si la respuesta es afirmativa, ¿cuáles serían los riesgos de esa mirada?

Lamentablemente sí, y la esencia de la mirada del 'perro del hortelano' es que los campesinos e indígenas no están en la capacidad de aprovechar los recursos naturales que poseen, pues son pobres e ignorantes; mientras que la gran empresa sí tiene dinero y sí sabe aprovechar los recursos. La continuación de la concentración de la propiedad, de una política extractiva y las recientes medidas para estimular el crecimiento de la economía demuestran esta continuidad. Todo ello profundiza la desigualdad social y económica en nuestro país, lo que, según los mejores economistas de desarrollo del mundo, ralentiza el crecimiento.

¿En qué sentido ralentiza el crecimiento? Muchos argumentarán que se requiere capital y tecnología de punta para impulsar justamente el desarrollo del campo.

La concentración de la propiedad contribuye a la concentración de los ingresos e inhibe a otros potenciales actores económicos a intervenir y contribuir al crecimiento económico. Impide, además, que el crecimiento económico sea más equitativo y más redistributivo; por tanto, más justo y democrático.

Una investigación de Richard Webb de hace unos dos años, habla de un sector rural diferente al que se percibía siempre. Señala que ya no se trata de un sector excluido y que se ha transformado en un actor importante dentro del contexto económico y social del país. Comenta sobre una suerte de despegue rural. ¿Qué opina al respecto?

¿Qué cosa es ser 'incluido'? El término se utiliza con mucha ligereza. Hace muchos años, Anibal Quijano –uno de los más ilustres sociólogos peruanos– rechazaba el término 'población marginada', afirmando correctamente que no había tal exclusión, sino que era población incluida pero explotada. En cuanto al estudio de Webb, lo interesante es que muestra que romper con el aislamiento territorial de los campesinos, gracias a la construcción de caminos y desarrollo de las comunicaciones, hace más por ellos que las políticas sectoriales del Ministerio de Agricultura. Desde los años del Gobierno de Fujimori, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones ha incrementado los esfuerzos por mejorar y extender la red vial. Uno de los programas más interesantes del Ministerio de Transportes fue el de Caminos Rurales.

¿Cómo han venido afectando la globalización y el comercio internacional las dinámicas y economías del mundo rural? A unos 10 años de vigencia del Tratado de Libre Comercio con EE. UU., donde se identificaron sectores ‘perdedores’ agrarios que debían ser compensados, ¿qué análisis hace?, ¿se acrecentaron las brechas sociales en el espacio rural por este acuerdo?

El Perú ha establecido acuerdos comerciales con decenas de países. Estos acuerdos han beneficiado sobre todo a los grandes exportadores agrarios y también a importadores de cereales. No encuentro que haya beneficios para el resto de productores agrarios, que son la inmensa mayoría. En contraste, ha perjudicado a algunos sectores de la pequeña agricultura, como los algodoneros, enfrentados –entre otros factores– a precios subsidiados, y cuya área de cultivo ha ido disminuyendo. Estos acuerdos han contribuido, como he mencionado, a la generación de un agro bipolar: en un extremo está la gran agroindustria de exportación, y por otro lado, una pequeña agricultura que produce sobre todo para el mercado interno y que es la base de la seguridad alimentaria del país.

¿Cómo romper o reducir esa bipolaridad entre estos dos tipos de agricultura?

Resulta obvia la necesidad de un cambio de prioridades, adjudicando una mayor inversión pública a infraestructura y servicios que favorezcan a la agricultura familiar. Pero también es importante regular la propiedad de la tierra, mediante el establecimiento de impuestos progresivos, para evitar la formación de más neolatifundios.

A la luz de los nuevos resultados de Censo Nacional Agrario (Cenagro 2012), ¿qué lectura y recomendaciones de política sugiere?  

El Cenagro 2012 muestra la fuerte presencia de la pequeña agricultura o agricultura familiar (más de 2 millones de unidades agropecuarias, sobre un total de un poco más de 2,2 millones unidades agropecuarias). No puede haber desarrollo rural sin el desarrollo de esta agricultura. Tampoco puede haber un desarrollo regional, que es uno de los principales objetivos del proceso de descentralización. La principal recomendación es que el Gobierno priorice la agricultura familiar e invierta fuertemente en su promoción. Además de ser la principal abastecedora de alimentos del país, la pequeña agricultura es la que crea más empleo en el campo, muchísimo más que la agroindustria, y representa la manera más eficaz de combatir la pobreza rural.

¿Por qué las autoridades y otros grupos subestiman el minifundio a pesar de su importancia para la seguridad alimentaria del país?

Si definimos el minifundio como aquella extensión de tierra que hace imposible, en las condiciones actuales, que una familia pueda vivir por encima de la línea de la pobreza, entonces más del 90% de nuestros productores agrarios son minifundistas. El que no reciban apoyo suficiente es para mí un asunto principalmente de poder: estos pequeños agricultores no lo tienen. Sus organizaciones son débiles, no pueden alterar el curso neoliberal de nuestra economía, que favorece a los grandes. Es cierto que existen acciones a favor de la pequeña agricultura, como los que ejecuta Agrorural (Ministerio de Agricultura y Riego –Minagri–), pero son esfuerzos minúsculos comparados con las necesidades de la abrumadora presencia de la agricultura familiar en el país.

Dentro de las actividades productivas, el capital y las tecnologías de punta están principalmente en manos de empresas medianas y grandes. Sin embargo, hay estudios en zonas muy específicas de la serranía que hablan de una suerte de revolución tecnológica de productores familiares. ¿Cómo evalúa este proceso?

Que la pequeña agricultura ha incrementado sus rendimientos, es cierto. Solo así se explica que haya podido alimentar a 10 millones de personas más de las que había en 1993 en el Perú, lo que muestra la gran capacidad de esta agricultura para responder al crecimiento de la demanda. Pero me parece excesivo hablar de una revolución, para lo cual se hubiese requerido un significativo apoyo estatal y privado. Este apoyo se ha reservado en beneficio de la gran agroindustria.

Hablar de desarrollo rural es mucho más amplio que hablar de agricultura. ¿Cree que hay ese enfoque en las políticas, tomando en cuenta que existe una estrategia nacional de desarrollo rural?

El año 2004 fue prolífico en estrategias nacionales, pero muchas se quedaron en el papel. Es el caso de la de desarrollo rural. Una de las razones es que era una estrategia multisectorial, pero ya sabemos que los ministerios suelen cuidar celosamente sus ámbitos y son incapaces de llevar adelante una colaboración intersectorial. Esa situación no ha cambiado a pesar de varios intentos. Además, la manera en que ha evolucionado la descentralización político-administrativa ha debilitado la posibilidad de que el Gobierno central alinee a los Gobiernos regionales y locales alrededor de estrategias únicas. Las agencias agrarias dependen de los Gobiernos regionales, y poco caso hacen al Ministerio de Agricultura. Recíprocamente, este no ejerce ningún liderazgo en las regiones.

¿Qué ha pasado con los programas de asistencia social y de transferencias condicionadas como Juntos y otros de desarrollo productivo como Haku Wiñay? ¿Están funcionando? Las cifras de pobreza rural parecen no disminuir.

No me animo a responder a esta pregunta, pues no tengo suficiente información.

Un tema en el espacio rural, como usted ha mencionado, es la presión sobre tierras. ¿Cómo garantizar que no se vulneren los derechos de las comunidades sobre sus tierras?

En este punto hay retrocesos. Las disposiciones recientes para estimular a una economía que se aletarga adelgazan los derechos de las comunidades sobre sus tierras. No hay, pues, garantías de que se respeten esos derechos. Este y los anteriores Gobiernos optaron decididamente por la industria minera y la de hidrocarburos, asentadas ambas en buena medida precisamente sobre las tierras de las comunidades campesinas andinas y las comunidades nativas amazónicas.

Hay investigadores que proponen ciudades intermedias, dado lo difícil del desarrollo de la pequeña agricultura en zonas muy remotas y golpeadas fuertemente por el cambio climático. ¿Cuál es su opinión?

Independientemente de las políticas oficiales, las poblaciones rurales están migrando a ciudades intermedias. Este dinamismo no responde, pues, a ninguna política premeditada. Las ciudades suelen ofrecer mejor calidad de vida y más oportunidades a los jóvenes. Ahora bien, estas dinámicas poblaciones urbanas constituyen importantes mercados para la producción rural, y ofrecen servicios que son importantes tanto para la producción agraria como para la propia población, como servicios de salud, de educación, oferta de insumos para la producción, etc. Además, en las ciudades intermedias el Estado está presente, acercándose así a las poblaciones rurales del entorno.

Finalmente, ¿cuál es su opinión sobre los transgénicos y la actual moratoria? Hay quienes promueven esta opción de producción como la solución al hambre.

Para afrontar la creciente demanda de alimentos hay tres alternativas: aumentar la frontera agrícola, intensificar el uso de la tierra (más cosechas por año) e incrementar los rendimientos. Sobre el aumento de rendimientos, hay mucho por hacer, sin necesidad de recurrir al uso de semillas transgénicas. Hay variedades mejoradas e híbridas que pueden contribuir a aumentos significativos del rendimiento de los cultivos, y hay toda una tarea por delante para difundir las variedades de alto rendimiento que ya se cultivan pero que no están suficientemente aprovechadas. Aquí el papel de la extensión técnica es muy importante. Creo que debe mantenerse la moratoria a la importación y uso de las semillas transgénicas.

Cecilia Niezen
Periodista interesada en temas económicos, sociales y ambientales. Espacio para compartir información e ideas. @cniezen

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