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Recientemente, el 7 de diciembre, fue noticia que un tribunal de segunda instancia de Chimbote revocó la prisión preventiva y ordenó la liberación inmediata de cinco pobladores de Puerto Huarmey detenidos hace un mes, tras las protestas ocurridas el 1 de noviembre en dicho puerto. Los manifestantes fueron arrestados por la policía y acusados por el Ministerio Público de haber cometido delitos de violencia contra la autoridad. Hasta hace algunos años el puerto y sus alrededores eran conocidos por sus playas y sus variados y abundantes pescados y mariscos. Para conocer y entender los reclamos de sus pobladores hay que desplazarse hacia este pueblo costero ubicado a 286 kilómetros al norte de Lima. El  recorrido comienza  en la Caleta Puerto Grande con vecinos que alguna vez vivieron en este lugar junto a otras 30 familias.

 

Playa de Puerto Huarmey

 

Una vida centrada en la pesca, igual que la mayoría del pueblo que trabajaba en torno a lo que se obtenía del mar. Incluso llegó a haber tres fábricas que transformaban la anchoveta capturada en harina de pescado. Cientos de puestos laborales que hace veinte años comenzaron a desaparecer. Los frutos del mar ya no estaban al alcance, ni de los pescadores artesanales, ni de la industria pesquera. Ahora quedan pocos rastros de las viviendas que albergaban a los pescadores y sus familias en la caleta. Algunos pocos la siguen usando para embarcar y desembarcar con sus botes a motor trayectos que les llevan varias horas recorriendo la costa en dirección al sur. Antes, para llegar a la mejor zona de captura situada apenas a unos trescientos metros, recorrían el trecho a remo. A través de artes de pesca menores, consideradas por el Instituto del Mar del Perú como aquellas con menores impactos en los ecosistemas, sacaban una gran variedad de especies codiciadas en lugares tan alejados como Chimbote. Otros se sumergían en sus aguas como buzos y atrapaban así peces de peñón, como el congrio o la vieja.

 

Puerto Caleta Grande, al fondo se observan barcos remolcadores de la industria minera

 

Todo cambió cuando en aquella zona de pesca, por excelencia llamada Puerto Punta de Lobitos, se instaló el año 2000 un muelle con una estructura de enormes pilares de fierro colocados en transversal, capaces de sostener una cinta transportadora de varios cientos de metros de longitud. A través de ella, la empresa minera Antamina descarga desde entonces el cobre, plata, zinc, molibdeno y plomo que obtiene de sus operaciones situadas a 309 kilómetros de distancia en la sierra de Ancash.

¿Un error de ingeniería?

Un sitio para el terminal del embarque había sido aprobado en 1999 por la Dirección General de Capitanías y Guardacostas, máxima autoridad marítima y costera del Perú como parte del proyecto minero de Antamina. Una explotación que se convertiría en el mayor productor de cobre del Perú y el noveno en cuanto a su envergadura a nivel mundial. El lugar preciso para construir esa infraestructura era Puerto Lagarto, a cientos metros de distancia y separado por un cerro de la bahía de los pescadores. Sin embargo, este gigante proyecto minero, un tercio de cuya propiedad corresponden a la australiana BHP Billiton y a la helvética Glencore respectivamente, y un 22,5 por ciento está en manos del conglomerado canadiense Teck Base Metals; “se equivocó”. En vez del lugar señalado se instaló en la bahía profunda y de aguas calmas, zona de captura de los pescadores artesanales.

El documento aludido en poder de Red Muqui demuestra fehacientemente cuál era la zona asignada. Sin embargo, basta con ir a Puerto Huarmey para ver dónde se ubica el terminal del ducto.

 

 

Terminal del mineroducto y del muelle con la cinta transportadora en Puerto Punta de Lobitos

 

Video que muestra cómo los barcos cargueros están a la espera de su turno de ser llenados e impiden así también la labor de los pescadores artesanales

 

Desde entonces la vida del pueblo que giraba en torno a la pesca cambió drásticamente, los pescadores que lanzaban sus redes en ese lugar perdieron esa posibilidad ya que la estructura que penetra unos ciento cincuenta metros mar adentro divide el espacio en dos, además hay al menos seis superficies redondas flotantes, pero ancladas al fondo repartidas a una distancia de unos treinta metros entre sí que sirven para amarrar a los barcos carga en los que llevan los preciados minerales al exterior. Es decir toda la infraestructura ocupa una considerable área del mar y costa para sus operaciones, que de acuerdo al documento de concesión de la obra corresponden a 48.980 m². En otras palabras, ya no hay sitio para los botes y las mallas para pescar. El animal al que hacía alusión el lugar que allí encontraba lo mismo que los humanos desapareció. Ya no quedan ni lobitos, es decir los lobos marinos que atraían a los visitantes del lugar, ni lo que comían.

Vista de la costa desde los cerros cerca de Puerto Punta de Lobitos

 

¿Por qué han desaparecido peces, lobos marinos, pingüinos y otros animales?

Las causas exactas de la desaparición de los peces no se han establecido y probablemente nunca se sepan, tampoco se han hecho estudios que verifiquen la cuantía de especies o el estado del fondo marino.

Lo que sí han observado los pescadores y de lo que dan fe ex operarios de la terminal es el reiterado y recurrente vertido del mineral en el mar y en la costa. Algo que ocurre al momento de la descarga del material en los barcos, ya que una parte cae fuera de la manga colocada al final de la cinta transportadora y también porque el depósito, que almacena los metales extraídos, en ocasiones es abierto de par en par. Entonces los fuertes vientos que barren los cerros entran también a ese espacio y esparcen por la costa su carga. En pocas palabras, el transporte del mineral desde el yacimiento de Antamina hasta los barcos que se lo llevan, a pesar de que se hace a través de un mineroducto, es todo menos un proceso hermético. 

Otra evidencia del cambio de escenario en relación a la situación previa, que si bien no establece un nexo causal entre la actividad de la minera en la zona y eventuales impactos medioambientales, es el cierre de las tres fábricas de harina de pescado que llegaron a funcionar simultáneamente en el Puerto. 

 

La última de las fábricas de harina de pescado que cerró sus operaciones en 2007

En 2007, cerró la última de ellas: CFG.

Si bien la anchoveta, insumo básico de la harina de pescado, es capturado más allá de las primeras cinco millas desde la costa, zona reservada para la pesca artesanal, la gente del pueblo no se explica qué llevó a la desaparición de esta industria.

La falta de atención de salud

En esta época de fines del 2021, el pueblo rodeado de la agreste monotonía de cerros y planicies de color ocre con muy poca vegetación aparece apagado, casi deshabitado. Pero la imagen engaña, y no son pocos los que se resisten a abandonar el lugar donde nacieron y que los vio crecer. Vecinos, que hace tiempo vienen solicitando a la empresa un diálogo directo. Sin embargo, Antamina los ha consolado con incluirlos en un Comité de Monitoreo, Vigilancia y Fiscalización Ambiental de Huarmey, un espacio que a los vecinos no convence ya que en veinte años no los ha tomado en cuenta como protagonistas principales en esta historia. Según una funcionaria de la posta de salud, que vio pasar al último médico en marzo de 2021, continúan malviviendo alrededor de 2 mil 800 personas en los tres centros poblados que conforman Puerto Huarmey. Personas que han tenido  acceso en contadas ocasiones a médicos, especialmente desde 2016 hasta el 2019 a través del programa del Servicio Rural y Urbano Marginal de Salud – SERUMS del Ministerio de Salud y en otras ocasiones con algún galeno cuyos honorarios fueron cubiertos por la minera. Otro aporte de la empresa ha sido un mototaxi, acondicionada precariamente para hacer la función de ambulancia y actualmente fuera de servicio por falta de mantenimiento.

“Ambulancia” de la posta de salud Puerto Huarmey

 

Y no es que falten los enfermos en este rincón del Perú, poblado desde época preincaica como lo demuestra la huaca, situada a pocos metros de lo que fue la mayor fábrica de harina de pescado de la zona, ahora completamente abandonada y rodeada de basura y bofedales que con sus aguas color rojizo advierten a cualquier ser vivo mantenerse alejado. De este sitio arqueológico se extrajeron al menos tres momias llevadas al Museo Regional de Casma “Max Uhle». Después, este espacio, que aún mantiene una forma de montículo o pirámide construida por antiguas culturas, fue abandonado a su suerte, como muchos otros lugares de este pueblo empobrecido. Los lugareños, en tanto, no saben las causas de su dolencias, algunas de las cuales afectan la piel y los sistemas respiratorios. Seguro que no les favorecen las aguas pestilentas, llenas de espuma y de color rosado estancadas en una lagunita a doscientos metros de la única plaza de juegos que también cuenta con una canchita de pasto sintético de fútbol salón. Tampoco los incontables pedazos de bolsas y botellas plásticas, neumáticos y restos de animales muertos esparcidos entre precarias viviendas construidas de latas, cartón y maderas que se alternan con otras construcciones de adobe o de concreto.

 

Aguas estancadas en Puerto Huarmey

A falta de condiciones mínimas, tampoco son buenas las fiestas

Posiblemente la imagen más tétrica, es la zona proclamada como sitio arqueológico en un gran panel de piedra y situada en dirección a la antigua caleta de pescadores ahora abandonada. Expuestos sobre la arena y piedra hay miles de huesos humanos que probablemente hayan ido emergiendo de sus antiguas tumbas por la acción del viento y la erosión. Lo que no hay, es alguna institución o entidad que se haga cargo de resguardar sitios que suponen ser el último descanso que tenemos. 

 

 

Basurales frente a la huaca del pueblo y restos óseos humanos

 

Tal vez, las necesidades son tantas, que la empresa que a inicios del año lideraba la producción de cobre en el Perú y que durante el 2020 exportó minerales por un valor de 2 mil 170 millones de dólares, en vez de invertir en este pueblo para restituir mínimamente las condiciones de vida de gente que vivía de y para la pesca, ahora financia, o al menos hasta el inicio del pandemia financiaba un gran festival con conciertos de cumbia y competencias de motocross. 

O tal vez, sea hora que se visibilice lo establecido en la Resolución de la Dirección General de Capitanías y Guardacostas cuando otorgó la concesión del área de Punta Lagarto para la instalación del muelle de Antamina y que establece en el punto 9: “ La empresa Antamina Operadora SA, se obliga bajo responsabilidad a no contaminar la tierra, el aire ni el agua, de manera que no ocasione daños ni ponga en peligro la vida, salud humana o el normal desarrollo de la flora y fauna, debiendo dar estricto cumplimiento a las disposiciones legales vigentes y a las que se dicten para la protección de medio ambiente, conforme al artículo A-150410 del Reglamento de Capitanías y de las Actividades Marítimas, Fluviales y Lacustres”.